1 de febrero de 2015

Donde está la magia. La Fábrica. Ricardo Temiño. 11 de noviembre de 2014.



Ricardo Temiño fotografiado por Manuel Labrado para  Siburita nº. 15

Conversando con algunos amigos, también blogueros, nos dimos cuenta de que hacer un blog que supere las cien entradas es muy difícil; lo habitual es caer en repeticiones o recurrir a ideas poco interesantes, generadas cuando los temas se agotan. En este blog, que trata de proponer ideas y restaurantes, situados en Burgos, especialmente, ha pasado lo mismo. Sin embargo, de vez en cuando tengo la necesidad de volver a retomarlo. Esta vez con ganas (o no). Estar un año sin escribir genera un pequeño almacén de conjeturas y experiencias renovadas aún sin organizar pendientes de ser redactadas.

Además, este último año ha habido novedades con la aparición de nuevos restaurantes y proyectos. Cocineros de calidad, jóvenes, asumen su madurez y se lanzan a cocinar en sus propias cocinas, a hacer sus propias casas donde dar de comer. Este es el caso del Restaurante La Fábrica donde acudí en compañía de los compañeros de la Academia Contemporánea de la Gastronomía de Burgos.

Últimamente los comentarios que me llegan sobre dicho restaurante son siempre positivos, de hecho parece que se ha puesto de moda, que a la novedad se ha sumado un dejarse ver que también contribuye a su elección.

La larga experiencia de Ricardo en el restaurante del Hostal Landa, muchos como jefe de cocina, y su vocación intacta nos ponen ante un cocinero muy maduro que ha sido capaz de traducir ese estilo de recetas clásicas francesas y de cocina internacional en un lenguaje propio donde los platos tienden a ser realizadas con alta suficiencia técnica. Así lo demostró cuando se presentó en 2011 al Primer Concurso de Cocineros Jóvenes de Caja de Burgos donde ganó por su maestría con el “corzo con castañas, morcilla en tempura y puré de patatas con trufa negra”. O siendo subcampeón de Castilla y León al año siguiente, detrás de Miguel Cobo. Es un cocinero con mucho fundamento.









Como le dije al propio Ricardo una vez acabada la comida, comimos un menú de degustación, me hubiese gustado contar con apuestas más arriesgadas. Sin embargo los platos fueron muy buenos, muy consistentes y muy bien hechos. Pero yo eché en falta esos pequeños juegos que hacen que la cocina se convierta en un juego. Eso lo hará más adelante, seguro.

Puede que los comensales nos conformemos con platos de nota alta y buena ejecución; pero debemos aceptar de los grandes cocineros como Ricardo que nos propongan riesgos, ahí es donde está la magia. Ahí está lo sobresaliente. También está en nuestra mano.

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